Como consecuencia de la situación actual derivada por la expansión de la pandemia de COVID-19, el interés por la utilización de la termografía infrarroja para la detección de la fiebre ha incrementado notablemente.
Los datos oficiales describen que uno de los principales síntomas del COVID-19 es la fiebre (83% a 98% de los pacientes) (del Rio C, JAMA, 28 de febrero de 2020).
Es por ello que conseguir determinar quién tiene fiebre puede ayudar a reducir las estadísticas de propagación hasta en un 50% (Mercer J, Ring EFJ, 2009).
Uno de los métodos para identificar temperaturas elevadas es la termografía infrarroja. Para ello, es necesario medir la temperatura máxima del canto interno del ojo (Pascoe D, et al. 2010).
Para ello, es necesario cumplir con los estándares que aseguran datos fiables, consistentes y comparables (Norma Internacional IEC 80601-2-59, 2008).