La articulación del tobillo está concebida para permitir la movilidad de la tibia y el peroné sobre el astrágalo durante las fases de la marcha, esa movilidad es crucial para un movimiento funcional del tren inferior. Se ha demostrado que limitaciones de la movilidad de esa articulación, por medio de test que evalúan los grados de dorsiflexión activa del tobillo cuando el pie está fijo en el suelo, están relacionados con un aumento de lesiones, como el esguince, del aparato locomotor inferior (Clanton 2011; Hoch 2012).
Los esguinces en deportes como el fútbol o el baloncesto son una de las lesiones con más prevalencia, por ejemplo en una reciente revisión de Torres-Ronda (Torres-Ronda 2022) los autores veían como la segunda región con mayor número de lesiones y mayor tiempo de ausencia era el tobillo. Además, si nos vamos a analizar en el futbol, el estudio de Noya et al (Noya et al 2012) nos mostraba que las lesiones de carácter ligamentoso eran las segundas seguidas de las de carácter muscular que más días de baja causaban (182,1 días de baja por equipo y temporada). A nivel ligamentoso, la región más afectada era el ligamento lateral externo del tobillo fue la estructura más afectada, con una frecuencia de 3,7 lesiones por equipo y temporada. Estas investigaciones van en línea con las realizadas por Walden et al (Walden 2005) que muestran que el mayor porcentaje de lesiones ligamentosas se producen en la articulación del tobillo, con el 51% de todas las lesiones. Produciéndose el 73% de ellas en el ligamento peroneo astragalino anterior.
Desde la perspectiva termográfica cuando se presenta una lesión sobre el tejido ligamentoso lo que nos encontramos de manera recurrente es una señal hipertérmica producida por la respuesta inflamatoria del tejido. A esa respuesta se le suma una cascada de acontecimientos para provocar la cicatrización del tejido. Uno de los objetivos principales de esa inflamación es reducir la movilidad de la zona para preservar los tejidos que no se han visto afectados hasta la reparación de la zona.
Como se ha visto la lesión, de acuerdo a los signos y síntomas clínicos puede clasificarse en tres grados según su complejidad. Así bien, la respuesta térmica va a variar en función de la severidad de la lesión, entre otros factores.
Un análisis de la base de datos de ThermoHuman (datos sin publicar) con más de 32 atletas lesionados de un esguince de tobillo, nos revela una respuesta hipertérmica de la región que se mantiene en el tiempo más de 100 días, similar a lo descrito en la literatura como tiempo de cicatrización.
Figura 1. Respuesta térmica tras sufrir un esguinces de tobillo (Valores medios de 32 atletas lesionados con diferentes severidades).
Como se ha visto uno de los factores importantes es el grado de severidad del esguince, ya que van a producir diferentes señalizaciones, mientras que si el esguince es leve los fibroblastos van a pasar a actuar en la fase de remodelación, si el esguince es más grave la inflamación será mayor y van a actuar los factores de crecimiento y las citoquinas en el proceso de cicatrización. (Blamson 2021)
Desde el punto de vista térmico, se ha visto que la respuesta inflamatoria está relacionada con la respuesta hipertérmica, siendo ésta mayor cuanto más grave es la lesión ligamentosa.
Desde el equipo de ThermoHuman trabajamos para establecer patrones de respuesta térmica asociadas a las diferentes lesiones para poder establecer un modelo de seguimiento ideal post-lesión como el planteado en la figura 1. Con la idea de que sirva como gráfico de control en el seguimiento de la lesión y una pauta para recuperar la homeostasis.
Os dejamos con estos tres casos de lesión que pueden servir como herramienta de control en el seguimiento de un esguince de tobillo:
Estas herramientas ayudan a comprender los procesos fisiológicos del jugador y mejoran el análisis de la carga de entrenamiento interna. Esto es especialmente relevante cuando se establecen protocolos de trabajo basados en información termográfica, lo que supone un ahorro mayor que el coste económico de su implantación.
Clanton, T. O., Matheny, L. M., Jarvis, H. C., & Jeronimus, A. B. (2012). Return to play in athletes following ankle injuries. Sports Health, 4(6), 471-474.
Hoch, M. C., & McKeon, P. O. (2011). Normative range of weight-bearing lunge test performance asymmetry in healthy adults. Manual therapy, 16(5), 516.
Torres-Ronda, L., Gámez, I., Robertson, S., & Fernández, J. (2022). Epidemiology and injury trends in the National Basketball Association: Pre-and per-COVID-19 (2017–2021). PLoS one, 17(2), e0263354.
Noya J, Sillero M. Incidencia lesional en el fútbol profesional español a lo largo de una temporada:
días de baja por lesión. Apunts Med Esport. 2012. doi:10.1016/j.apunts.2011.10.001
Walden M, Hagglund M, Ekstrand J. Injuries in Swedish elite football: a prospective study on injury definitions: Risk for injury and injury pattern during 2001. Scand J Med Sci Sports. 2005;15:118---25.
Bramson, M. T., Van Houten, S. K., & Corr, D. T. (2021). Mechanobiology in tendon, ligament, and skeletal muscle tissue engineering. Journal of Biomechanical Engineering, 143(7).
Garzón-Alvarado, D. A., Cárdenas Sandoval, R. P., & Vanegas Acosta, J. C. (2012). A mathematical model of medial collateral ligament repair: migration, fibroblast proliferation and collagen formation. Computer methods in biomechanics and biomedical engineering, 15(6), 571-583.
No dudes en contactarnos estamos encantados de atenderte.