El Tratamiento Manipulativo Osteopático (TMO) se centra en abordar disfunciones somáticas mediante técnicas manuales con el fin de restaurar la movilidad, aliviar el dolor y mejorar la función fisiológica. En los últimos años, ha crecido el interés por integrar herramientas objetivas que complementen esta práctica clínica. Entre ellas, la termografía infrarroja (TI) destaca como un método no invasivo, rápido y sin radiación que permite visualizar cambios térmicos superficiales asociados a procesos inflamatorios, alteraciones autonómicas o restricciones de movimiento. Esta tecnología aporta una visión cuantificable de la fisiología del paciente, lo que resulta especialmente útil en el abordaje osteopático.(Sternat & Mikel, 2017)
La TI detecta la radiación infrarroja emitida por el cuerpo, reflejando la temperatura cutánea influida por el flujo sanguíneo, la inflamación y la actividad del sistema nervioso autónomo (SNA)(Zaproudina et al., 2006). Diversos estudios han documentado que el TMO puede inducir respuestas térmicas variables (calentamiento, enfriamiento o estabilidad térmica) que reflejan cambios simpáticos o parasimpáticos, dependiendo de la técnica utilizada. (Conquet, 2008) (Rodrigues et al., 2020), la región tratada y el estado del paciente. En algunos casos, se ha observado enfriamiento tras manipulaciones torácicas o cervicales, interpretado como una excitación simpática , mientras que en otros, técnicas como el tratamiento craneosacro han inducido calentamiento facial, asociado a una activación parasimpática (Chilton & Bhandare, 2025) .
La TI permite a los profesionales osteópatas detectar asimetrías térmicas relacionadas con disfunciones somáticas, monitorizar la respuesta al tratamiento (Biasi et al., 2024) y explorar correlaciones con la evolución del dolor o la movilidad. Aunque la evidencia es aún limitada y heterogénea, su uso como herramienta complementaria resulta prometedor en escenarios como:
Además, herramientas basadas en inteligencia artificial como ThermoHuman permiten automatizar la detección de regiones térmicamente alteradas, mejorar la fiabilidad del análisis y facilitar la documentación de la evolución clínica del paciente a lo largo del tiempo.
A pesar de su potencial, la aplicación clínica de la TI requiere considerar limitaciones importantes. La fiabilidad técnica de los dispositivos es alta, pero la interpretación clínica de los termogramas presenta retos, como la variabilidad interobservador y la influencia de factores ambientales o del paciente (temperatura ambiente, actividad física previa, consumo de fármacos, etc.) Uematsu et al., 1988. Su uso como herramienta diagnóstica única o para seleccionar segmentos vertebrales a tratar no está actualmente respaldado por la evidencia. En cambio, su valor parece radicar en el seguimiento de procesos fisiológicos y en el apoyo a la monitorización terapéutica.
La termografía infrarroja representa una herramienta complementaria valiosa para el osteópata, especialmente como apoyo en la monitorización objetiva de cambios fisiológicos tras el TMO. Si bien no sustituye al juicio clínico ni al examen manual, su capacidad para detectar asimetrías térmicas, visualizar respuestas autonómicas y documentar evolución terapéutica le confiere un valor añadido en la práctica diaria. La combinación de TI con tecnologías como ThermoHuman y la integración con una evaluación clínica completa permite avanzar hacia una osteopatía más cuantificable, segura y basada en datos.
La termografía aplicada a la osteopatía ofrece una forma no invasiva de observar la respuesta fisiológica del paciente tras una intervención manual. Puede detectar cambios térmicos vinculados a procesos autonómicos o inflamatorios, apoyar el seguimiento del tratamiento y enriquecer el razonamiento clínico. A través de herramientas como ThermoHuman, el análisis se vuelve más fiable y reproducible, reforzando su papel como complemento útil —aunque no sustitutivo— de la valoración clínica tradicional.