La termografía infrarroja ha demostrado ser una herramienta efectiva para monitorizar diversos aspectos fisiológicos, como por ejemplo en el ámbito del deporte y la salud. Sin embargo,esta herramienta también está ganando relevancia en el estudio del envejecimiento y las enfermedades metabólicas.
Un estudio reciente, liderado por Yu et al. (2024), ha utilizado imágenes térmicas faciales para detectar indicadores relacionados con la edad biológica y las condiciones metabólicas. A través de más de 2,800 imágenes térmicas faciales recolectadas de personas de entre 20 y 90 años, los investigadores desarrollaron el modelo ThermoFace, que no solo predice la edad biológica de un individuo con buena precisión, sino que también puede detectar patrones asociados a enfermedades como la diabetes o el hígado graso. Este enfoque abre nuevas posibilidades para el diagnóstico precoz y el monitoreo de la salud, permitiendo evaluaciones rápidas y no invasivas.
Uno de los hallazgos más reveladores de este estudio es que la temperatura facial refleja el envejecimiento biológico de una persona, ofreciendo una ventana a los procesos subyacentes que afectan la longevidad. Mientras que es bien sabido que la temperatura corporal central tiende a disminuir con la edad, este estudio ha identificado por primera vez que los patrones de temperatura facial también están altamente correlacionados con el envejecimiento.
El equipo de investigación desarrolló un algoritmo que analiza los cambios en la temperatura facial y predice la edad biológica con un margen de error de solo 5 años. Los datos muestran que a medida que las personas envejecen, la temperatura en áreas clave del rostro, como la nariz, las mejillas y las cejas, cambia de manera significativa, por ejemplo:
El ThermoFace no solo predice la edad biológica, sino que también permite identificar a personas cuyo envejecimiento biológico es más acelerado que su edad cronológica, algo crucial para intervenir de manera preventiva. Factores como el metabolismo, la calidad del sueño y la actividad física afectan directamente a estos patrones de temperatura. En personas que duermen adecuadamente y realizan actividad física regular, la tasa de envejecimiento es menor.
Además del envejecimiento, el modelo desarrollado en este estudio ofrece una precisión notable en la detección de enfermedades metabólicas. Los investigadores encontraron que áreas específicas del rostro, particularmente la región nasal y nasolabial, están estrechamente asociadas con el riesgo de enfermedades como la diabetes tipo 2 y la enfermedad hepática grasa.
El estudio logró predecir estas condiciones con un índice de precisión superior al 80% (AUC > 0.80), lo que sugiere que la termografía facial podría convertirse en una herramienta eficaz para el cribado temprano de enfermedades metabólicas. Estas patologías afectan la capacidad del cuerpo para regular el metabolismo y la temperatura, lo que se manifiesta en un descenso pronunciado de la temperatura en ciertas áreas faciales. La temperatura baja en la región nasal, por ejemplo, está fuertemente correlacionada con niveles altos de colesterol y glucosa en sangre.
Para comprender mejor la relación entre la temperatura facial y las enfermedades metabólicas, es necesario explorar los mecanismos fisiológicos que están en juego. La termografía infrarroja mide la radiación emitida por la superficie de la piel, la cual está directamente influenciada por la circulación sanguínea y la actividad metabólica subyacente. En el caso de personas con problemas metabólicos, como el hígado graso o la diabetes tipo 2, el cuerpo experimenta dificultades para regular el calor, lo que se traduce en alteraciones de la temperatura superficial.
Un metabolismo más acelerado tiende a generar más calor, pero también puede producir dificultades en la termorregulación. Las personas con diabetes, por ejemplo, suelen presentar una disminución en la capacidad para disipar el calor, lo que se refleja en una menor temperatura en áreas clave del rostro.
Este hallazgo es particularmente útil en contextos clínicos, donde se busca la detección precoz de enfermedades. A través de una imagen térmica facial, se podrían identificar fácilmente patrones asociados con problemas metabólicos, permitiendo así un diagnóstico más rápido y preciso. Además, la termografía facial ofrece un enfoque no invasivo y de bajo costo, lo que la convierte en una herramienta accesible para un uso más generalizado en la atención primaria.
Otro de los aspectos innovadores del estudio de Yu et al. (2024) es la relación entre la temperatura facial y el estilo de vida de los individuos. Se observó que la tasa de envejecimiento medido a través de ThermoFace disminuye en personas que tienen una rutina de ejercicio regular y mantienen una buena calidad del sueño. Estos hallazgos subrayan la importancia de los factores del estilo de vida en la regulación de la temperatura corporal y el envejecimiento biológico.
La actividad física promueve una mejor circulación sanguínea y una mayor eficiencia metabólica, lo que se refleja en una temperatura facial más equilibrada. De manera similar, el sueño adecuado ayuda a regular los procesos metabólicos, lo que tiene un impacto positivo en la distribución de la temperatura.
La investigación de Yu et al. (2024) abre un amplio abanico de posibilidades para futuras investigaciones. Los resultados obtenidos sugieren que la termografía facial podría integrarse en la práctica clínica diaria para la monitorización continua de la salud. Entre las aplicaciones más prometedoras se incluyen:
Yu, Z., Zhou, Y., Mao, K., Pang, B., Wang, K., Jin, T., ... & Han, J. D. J. (2024). Thermal facial image analyses reveal quantitative hallmarks of aging and metabolic diseases. Cell Metabolism, 36(7), 1482-1493.